Venderse the American Way

Para acceder a un puesto en una universidad americana, sea pública o privada, no hay que prepararse oposiciones, lo cual es una bendición, sino ir a lo que llaman el «job market», es decir, el mercado de trabajo. Los estudiantes de posgrado y los profesores de literatura y lingüística de todas las lenguas «modernas» (o sea, vivas) van al mercado de trabajo que organiza la MLA (Modern Language Association), ya sea para conseguir su primer puesto o para cambiarse de universidad, lo cual en EE.UU. es mucho más común que en España.

gráfico

En amarillo: evolución de empleos en lenguas «other than English» (2000-2014)

Yo salí al mercado en el año académico 2002-2003. Por aquel entonces todavía había una oferta bastante sustanciosa de trabajos de «tenure-track». Es decir, trabajos en los que se ofrece la posibilidad de, tras seis años de prueba, conseguir la titularidad (Associate Professor). Envié mi solicitud a casi cuarenta universidades. Mi criterio era más bien exigente: universidades de la costa este, con perfil de investigación, y con una carga de enseñanza de no más de cuatro cursos al año. Encontrar ahora unos pocos puestos de estas características en la lista de la MLA es imposible. La precarización del trabajo también ha llegado a la universidad estadounidense y de una forma brutal.

Pero por aquellos años todavía parecía que en la «academia» resultaba verdad aquello de la meritocracia estadounidense: si te lo currabas, lo conseguías. O sea, el «American Dream». Así que yo pasé, como todos mis colegas, por el aprendizaje de saber venderse a la americana para llegar al nirvana de un trabajo «tenure-track». La autopromoción, que se ha puesto tan de moda desde que tenemos las redes sociales, creo que es parte consustancial del engranaje laboral norteamericano. Aprendes muy pronto que si no sabes venderte, tampoco quien te entreviste o te considere para una beca o cualquier puesto competitivo en tu universidad te valorará. Allí la falsa modestia no es un virtud y la verdadera, mucho menos. Así que durante los años de posgrado aprendes a elaborar una narrativa que encaje con lo que las instituciones y sus representantes van a esperar de ti: que seas una profesional «excellent» (esta palabra les encanta) en las tres áreas de la vida universitaria: docencia, investigación y lo que llaman allá «service», es decir, el servicio que prestas a la universidad a través de comités de gobernanza en tu departamento y facultad, los puestos administrativos y de gestión, etc.

Esta narrativa que ya debes aprender a elaborar para la MLA te acompaña durante toda tu vida académica. Tendrás que escribir una para cada año de revisión antes del tenure; otra para presentarte a ese tenure; después, y dependiendo de la universidad, tendrás que hacer lo mismo mientras tienes la titularidad y te encamines hacia la cátedra, también cada vez que pidas una beca de investigación o una subvención. Tendrás que probar cada año que respondes al nivel de excelencia que exige la universidad y probarlo con hechos que después tienes que detallar minuciosamente, para que ninguno pase desapercibido, para que no vaya a ser que por no incluir el ratio exacto de artículos aceptados de la revista especializada donde acabas de publicar se piensen que esa revista es una mierda y no valoren la publicación.

academic freedom

Tu narrativa, así, se convierte en una acumulación de datos que prueban que mereces el salario que recibes y más vale que tus datos sean cuantificables. Incluso cuando consigues ser catedrática, todos los años, por lo menos en Lehigh y sé también que se hace en otras instituciones, cada profesor tiene que rellenar un PAR (Professional Activity Report) con sus casillas correspondientes: artículos y libros publicados, media de evaluación de cada curso enseñado (o sea, las notas que te dan tus estudiantes), actividades interdisciplinares, comités en los que participas, actividades extracurriculares con estudiantes, participación en la ceremonia de graduación y un largo etcétera.

Por una parte, todo esto está muy bien si se piensa que el sistema pretende garantizar que el profesorado esté activo, que no se quede dormido en los laureles de sus plazas, que siga investigando y dando buenas clases, que esté comprometido en la vida universitaria. Si el efecto de esta compulsión por probar a cada paso la excelencia del individuo fuera ése, si por el mero hecho de tener que decir lo maravillosos que somos nos convirtiéramos en seres excepcionales, no tendría ningún problema. Abogaría por extender el sistema a todos los ámbitos de la vida pública y privada en todo el universo. Pero, desgraciadamente, no es así. Porque los profesores excelentes no lo son porque el sistema se lo exija o porque al narrar sus excelencias reciban de sus instituciones nada en compensación, ni siquiera un reconocimiento por su labor. Los mejores profesores e investigadores que he conocido, los más brillantes, activos y motivados han sido siempre los que más problemas han tenido en sus universidades (pienso en Chapel Hill y en Lehigh, también en colegas en otras instituciones); son profesores que por mucho que hayan sido excelentes en todas las áreas y lo hayan probado han acabado desencantados, decepcionados, algunos rendidos ante un sistema alienante (de esto más otro día). Los profesores zopencos (que los hay en todos sitios) son los más dados a la autocomplacencia, el autobombo y la autopromoción y, no creo que sea casualidad, son los más apreciados por algunos decanos y rectores. Ese tipo de zopenco sí que sabe venderse porque al tiempo que se vende, besa el culo que corresponda y asegura sus réditos.

Lo triste es que, de una manera u otra, al final todos caemos en esa dinámica de presentarnos ante el poder exhibiendo nuestras plumas, bien por supervivencia o porque no somos conscientes de la perversión del juego hasta más tarde. Y en muchas instituciones el poder dispensa sus prebendas no entre aquellos que tienen las plumas más luminosas, sino entre los que más las inclinan.

No es casualidad que una de las primeras lecciones que el estudiante de posgrado en EE.UU. tiene que aprender sea «learn to sell yourself».

2 comentarios en “Venderse the American Way

Los comentarios están cerrados.