La palabra “Leviatán” remite inmediatamente al pensamiento hobbesiano, esa teoría sobre el poder absoluto que reside en el Estado al que el hombre se debe someter por su propio bien. También nos lleva a las historias bíblicas del libro de Job y de los Salmos —y a ellas recurrió el propio Hobbes— donde Leviatán es un monstruo atávico y maligno que reside en el mar. Hemos visto, incluso sin saber reconocerlo, a Leviatán mil veces representado: es la temible serpiente marina de las cartografías medievales, el gran dragón que surge de las aguas y levanta con su aliento olas que destrozan armadas invencibles, la gran ballena que engulle barcos y a personas. Leviatán, tanto el concepto como su representación, está en nuestro imaginario y nuestra realidad mucho más de lo que somos conscientes. Seguir leyendo