Hoy, 9 de septiembre, comienzo a publicar una columna semanal en el suplemento Ideas de El País. La columna se titula «Ahora que lo pienso» y cada semana trataré un tema que me interese y que me invite a reflexionar. Compartiré con vosotros el inicio del texto y el enlace a la versión digital.
Esta semana es «Nuestro gigante enterrado»
Kazuo Ishiguro en El gigante enterrado traslada a sus lectores al mundo de las novelas artúricas con sus ingredientes imprescindibles: ogros, dragones, caballeros, seres mágicos, lagunas estigias. Un Sir Gawain casi senil es el encargado de mantener el legado del desaparecido rey Arturo. No es un legado heroico ni del que sean conscientes los habitantes de la Inglaterra unificada a través de la guerra de bretones contra sajones. El legado es un olvido general, que se impone y mantiene a través de un hechizo ideado por el gran Merlín. El aliento de un dragón genera una ligera neblina que cubre todas las tierras y que hace que sus habitantes hayan olvidado el pasado. Pero el tiempo pasa, el hechizo se debilita, el dragón se hace viejo. Y los recuerdos reprimidos —el gigante enterrado— comienzan a emerger: los abusos de los bretones contra los sajones, violaciones masivas, masacres de niños, guerra de pueblos arrasados, represión sistemática, humillación. La imposición del olvido por parte del rey Arturo es la manera de asegurar la convivencia, la concordia, la paz. Los pocos bretones que han sido inmunes al hechizo como el viejo Sir Gawain, la valoran y la defienden hasta el último aliento. Aquellos que comienzan a salir del desconocimiento forzado no pueden evitar enfrentarse al horror y bien reconocen su participación en él y asumen su responsabilidad, bien justifican la violencia, el olvido y la impunidad. Seguir leyendo