Estos días una de las preguntas que siempre me hacen en entrevistas o en las presentaciones del libro es si realmente deberíamos pasar página y dejar en el pasado la historia de ETA; es decir, si no ha llegado ya el tiempo de pensarnos sin tener en cuenta el terrorismo, las víctimas, la violencia, etc. Esta pregunta equivale a decir si deberíamos comenzar de cero, olvidar los últimos 40 años de historia vasca porque, al fin y al cabo, ETA (su actividad terrorista y su presencia social) ha sido consustancial a esa historia. Mi respuesta es siempre la misma: NO, no deberíamos. Y cada vez estoy más convencida de ese no.

EFE/Esteban Cobo
No voy a repetir aquí los argumentos que defiendo en El eco ni lo que vengo diciendo estos días, pero sí me gustaría ilustrar este NO con una breve historia. Ayer, nada más acabar mi intervención en la Ventana con Eva Domaika, recibí un mensaje que me conmovió profundamente. Me lo contó una mujer que conozco (pongamos que se llama Ester). Ester fue ayer con su marido a visitar a Koldo, un hombre que trabaja en el sector de la salud y que conocen desde hace muchos años. Hacía tiempo que no se veían y, como detalle, le regalaron un ejemplar de mi libro, que me pidieron que dedicara hace unos días. Koldo cogió el libro, lo hojeó y, de repente, rompió a llorar. Ester y su marido, sorprendidos, no sabían cómo actuar. Koldo se disculpó y les pasó a contar algo que ellos ni siquiera sabían de su vida: como parte de su historia profesional, había trabajado en primeros auxilios y le había tocado, más de una vez, atender escenarios de atentados. La última vez que se personó en uno la víctima era amigo suyo, alguien a quien ETA había hecho estallar por los aires. Koldo conoce a este matrimonio desde hace, posiblemente, más de veinte años. Jamás les había mencionado ni su trabajo previo ni relatado ese evento tan terrible. En cuanto apareció ese objeto —un libro que habla sobre el tema— estalló la emoción y, con ella, la necesidad de contar.
Y creo que ha habido gente que se ha sentido muy sola en medio de toda esta barbarie, que sin ser víctima directa ha sido testigo de verdaderas calamidades y que ahora, cuando les invitan a pasar página posiblemente se preguntarán cómo. Porque, ¿qué puede suponer para una persona recoger los pedazos de su amigo asesinado?, ¿qué herramientas tiene para superar ese trauma? Y cuando escucha a aquellos que celebraban esos asesinatos, los que los justificaban porque aquí había una guerra con sus muertos necesarios, decirle que tiene que olvidar ¿no se le revolverán las tripas de rabia? A mí sí. Estas últimas semanas me voy convenciendo cada vez más de que los únicos que quieren pasar página son aquellos que tienen mucho de lo que avergonzarse. Y, como me dijo Jokin Muñoz en una entrevista, los argumentos de la izquierda abertzale que apoyó la violencia recuerdan a los de «la derecha franquista durante la Transición, cuando quiso maquillar las barbaridades de la guerra civil amparándose en ese plural de violencias y sufrimientos, como si no hubiera habido una parte agresora y otra agredida. “Es la hora de la convivencia y de la reconciliación”, se decía, equiparando víctimas y verdugos, “hay que hablar en clave de futuro”, se repetía, pretendiendo desactivar esa mirada necesaria al pasado para poner las cosas en su sitio. A veces los planteamientos de la Izquierda Abertzale en relación al fin de la violencia se acercan peligrosamente a los de la derecha durante la Transición española.» (Jokin Muñoz, Imágenes de la memoria)
También me doy cuenta estos días que muchos de mis convecinos vascos que como yo no han sido víctimas de ETA sino parte de esa gran masa silenciosa e indiferente, está dispuesta a por lo menos reflexionar sobre lo que hemos hecho y lo que no hemos hecho. Todos tenemos vivencias relacionadas con este tema porque somos sujetos inscritos en la historia y nuestra historia ha estado marcada por el «conflicto». Pedirnos que nos desvinculemos de nuestro pasado y defender la amnesia es pedir lo mismo que hicieron con la generación de nuestros padres y nuestros abuelos en relación a la guerra civil y, recordemos: España sigue sembrada de cadáveres en las cunetas.
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