La sociedad vasca como víctima

Desde la publicación del artículo en El País sobre El eco de los disparos y mi intervención en La Ventana, de Carles Francino, he recibido una avalancha de mensajes que me han hecho darme cuenta de algo de lo que, hasta ahora, no estaba segura: que en Euskadi y Navarra hay, a pesar de lo que digan algunos políticos, necesidad de contar, de hablar de nuestra historia de violencia. La mayoría de los mensajes vienen de vascos y vascas, personas de mi generación, pero también de otros más jóvenes y más mayores. Algunos me cuentan que ellos también han vivido en silencio, que han tenido miedo, algunos han sido amenazados, otros me cuentan anécdotas relacionadas con vivencias de violencia. Muchos se ven identificados en algunas de las historias que narro, me agradecen que no escriba sólo de víctimas y verdugos, sino que hable de ellos, de nosotros: la masa gris, los testigos.

La andadura del libro acaba de comenzar, pero ya hay una pregunta que varias personas me han hecho, en público y en privado: ¿no crees que la sociedad vasca ha sido víctima? Pienso en todos los que me han escrito estos días con sus historias dolorosas y mi tentación es decir que en parte sí lo hemos sido. Pero, como siempre con este tema, hay que matizar. Víctimas, lo que se dice víctimas, han sido los asesinados por ETA, los amenazados que se han tenido que ir de Euskadi o Navarra, las personas que han quedado para siempre marcadas por la violencia directa del terrorismo. También lo han sido las víctimas de los GAL y de los abusos policiales (esto último también habría que matizarlo mucho, sin equiparar unas víctimas y otras, como he defendido ya en entradas anteriores y atendiendo a la definición de víctima que aporto abajo). La sociedad vasca ha sufrido. Es verdad. Pero decir que todos hemos sido víctimas diluye esta categoría y da paso a la irresponsabilidad: si somos víctimas, entonces se nos exime de reflexionar sobre nuestra participación en el «conflicto», algo que como vengo diciendo, creo que es absolutamente necesario para construir una sociedad más cívica.

justiciadelasvictimasLa víctima es aquella persona con la que se ha cometido una injusticia irreparable. La víctima es en esencia inocente. Está exenta de culpa. En el debate en torno a las víctimas debe haber una aceptación inapelable de esa realidad: la inocencia de la víctima. Como diría Reyes Mate, «la significación de la víctima está en el hecho objetivo de serlo —en la violencia injusta que padece al ser inocente—» (La justicia de las víctimas 4). Cuando hablamos de la sociedad vasca en el contexto del «conflicto», creo que no debemos usar las mismas categorías que cuando hablamos de los individuos afectados por la violencia: inocencia/culpa; víctima/verdugo. Vuelvo a Reyes Mate, que viene discutiendo este tema con gran lucidez desde algún tiempo: «No todo el que sufre es víctima. Por un lado, hay víctimas y hay verdugos. No hay que confundir. Pero, por otro, no sólo sufren las víctimas y eso no nos puede dejar indiferentes. Víctima es quien sufre violencia, causada por el hombre, sin razón* alguna. Por eso es inocente. El concepto de víctima es impensable sin el correlato de verdugo. Por eso no son víctimas, en sentido riguroso, ni los que sufren violencia natural (no hay verdugos), ni se es víctima por el hecho de sufrir: los nazis condenados sufrían, pero no eran víctimas, como tampoco lo es quien muere intentando matar. La inocencia es su primera característica» (La justicia de las víctimas 35). [A la matización que hace Reyes Mate de que no es víctima el que muere matando, añadiría yo «ni intentando matar»].

Entonces, no por el mero hecho de sufrir se adquiere la categoría de víctima. En Euskadi ha sufrido mucha gente: sin duda muchos hemos sentido dolor y vergüenza cada vez que ETA ha asesinado, algunos nos hemos tragado en silencio ese dolor, otros han salido a la calle a mostrar su desacuerdo y algunos de estos últimos sí han llegado a convertirse en víctimas. Algunas familias han sufrido lo indecible, desgarradas por la separación ideológica que, en Euskadi, podía significar que un hermano empuñara la pistola y otro estuviera amenazado por ETA. Los familiares de los presos de ETA también han sufrido, y siguen sufriendo, recorriendo España para visitar a sus seres queridos, algunos de ellos pagando un alto precio, como las no pocas muertes en las carreteras, depresiones, interrupción de sus proyectos de vida, etc. A eso hay que añadir el dolor profundo que sin duda sufrirán algunos de estos familiares sabiendo que su hijo, hermano, o lo que sea, ha sido capaz de matar. También los propios presos han sufrido y sufren, y a algunos este sufrimiento les ha hecho repensar el daño que han causado mientras que a otros, por desgracia, les ha anclado en el resentimiento. Pero sería una obscenidad hablar de ellos como «víctimas» (como defienden algunos en la izquierda abertzale, diciendo que tanto familiares como presos son «víctimas de las cárceles de exterminio españolas») y ponerles en el mismo saco que, citando a la primera víctima que me viene a la cabeza, Francisco Tomás y Valiente.

Este sería el argumento tal vez más poderoso, que no por sufrir se es víctima. También tenemos que recordar que algunos de nuestros convecinos celebraban los asesinatos de ETA y le pedían que siguiera matando y que ellos también eran y son parte de la sociedad vasca. Crear un manto espeso de victimismo que nos cobije a todos no es, en nigún sentido, apropiado. Entonces, ¿qué hacer con el sufrimiento colectivo? Creo que lo primero que deberíamos hacer es responder a él, hablar del cómo y por qué hemos sufrido, qué hacer con el dolor y para muchos la vergüenza de estos años en los que hemos sido testigos de verdaderas barbaridades. Sin sentimentalismo, sin victimismo, pero sí creando un espacio para ese duelo colectivo que tenemos pendiente, duelo por las víctimas y también por esa parte de nosotros mismos que no pudo, no supo o no quiso ser menos indiferente.

*Creo que con «razón» Reyes Mate se refiere a una razón objetiva que, desde una concepción ética del respeto a la vida, es incompatible con la lógica del asesinato. El asesino, por supuesto, pensará que tiene una razón para hacerlo (por ejemplo, limpiar Euskal Herria de traidores o salvar a la Patria).

2 comentarios en “La sociedad vasca como víctima

  1. «¿No crees que la sociedad vasca ha sido víctima?» Me ha descolocado un poco la pregunta. Creo que tu libro expone magistralmente la perversidad, aunque sea involuntaria, del silencio. Las distintas maneras en las que ese silencio ha contribuido al imperio del terror, el dolor y el miedo. Un silencio más o menos activo, más o menos consciente, más o menos comprensible, pero silencio al fin y al cabo. El caldo de cultivo de las amenazas, la extorsión, la chulería mafiosa y, en última instancia, de las ejecuciones sumarias. Ese silencio que ha dejado la escena en manos de los fanáticos (de todo signo). Por eso, sólo veo a la sociedad vasca, a la que pertenezco, como responsable, de ninguna manera como víctima.

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    • Hola Esteban,

      Gracias por tu comentario. Estoy de acuerdo contigo en que no se puede catalogar a la sociedad vasca como víctima. Pero hay gente que se hace esta pregunta y me parece muy importante pensar en cómo responder a ella. Estoy, por supuesto de acuerdo contigo. Y al mismo tiempo, creo que debemos reconocer que ha habido un sufrimiento provocado por muy diferentes motivos. Pero por el mero hecho de sufrir, como intento explicar arriba, no significa que se pueda elevar a una persona o una sociedad a la categoría de víctima

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