Ilustración: Bea Crespo.
Hay muchas formas de procesar la muerte de un ser querido, de afrontar la sensación de vacío, pérdida, angustia y extrañeza que genera su desaparición. Hay muchas formas de cumplir los rituales del duelo, ese proceso por el cual superamos paulatinamente, y cada cual en mayor o menor grado, el sumidero emocional que provoca la muerte. No hay una receta mágica pero sí -y esto ocurre en todas las culturas- una necesidad de llevar a cabo ciertos actos colectivos y privados. El pasado 12 de abril hablé de esos rituales en este mismo espacio. Era cuando nuestros seres queridos morían aislados y solos, cuando no podíamos despedirnos de ellos, ni en el momento de la muerte ni después, cuando se prohibían los funerales y no se permitía llorar en compañía de otros deudos. En el momento en el que escribía aquel texto era incapaz de imaginarme qué nos deparaba el futuro. Seguir leyendo