Le parecía raro pensar que hubo un día en que su cuerpo no era un trozo de materia permanentemente azotado por vergajos, achicharrado a base de brasas, colgado de los pulgares, obligado a permanecer en posturas imposibles, a toda hora maltratado por el frío, los hombres y la rugosidad de un minúsculo calabozo de suelo cementado. Carne aplastada, perforada, hendida, triturada o desgajada, carne que le llegó a parecer ajena…”. Este fragmento pertenece al primer capítulo de La brigada 22, novela de Emilio Gancedo publicada recientemente por la editorial Pepitas de Calabaza. En este inicio de novela, tan brutal como poético, un guerrillero antifranquista del maquis es torturado hasta la muerte por agentes de la Guardia Civil. Cuarenta años después, en unos archivos que consulta un teniente del mismo cuerpo de seguridad, sólo puede leerse que murió en un accidente tras ser apresado. La ficción, la versión fabulada de la muerte del guerrillero, enmienda la historia en el archivo. Seguir leyendo.