Durante el fin de semana del 15 de marzo se suicidaron dos estudiantes sobrevivientes de la masacre de Parkland (Florida, EE UU), en la que en 2018 un joven de 19 años asesinó a 14 compañeros y 3 profesores. Los medios estadounidenses conectan estas muertes a otros suicidios recientes, como el del padre de una víctima de la matanza de Sandy Hook, donde fueron asesinados 20 niños y 6 adultos en 2012. No son casos excepcionales. Después de estas terribles masacres, el riesgo de suicidio entre familiares y supervivientes es muy elevado. Se habla de “la culpa del superviviente”, el término psicológico que explica la carga de aquél que, sin entender los motivos, sobrevive a una tragedia colectiva y se pregunta —en algunos casos hasta caer en la desesperación que lleva al suicidio— por qué él sigue vivo y otros, según él más merecedores de la vida, murieron. Se pregunta también si no podría haber hecho algo para salvar al otro y no a sí mismo, si la vida, que en realidad no vive, le pertenece. Seguir leyendo.