Hay libros que se quedan contigo tiempo después de leerlos. En algunos casos la lectura deja poso porque descubre realidades desconocidas, otras porque hace tambalear certezas anteriores, otras porque gracias a ella una profundiza en reflexiones. Todo esto hizo conmigo la lectura de El Hambre de Martín Caparrós. Escribo sobre ello en mi columna semanal de El País.

Una aldea de Níger. Martín Caparrós pregunta a una mujer: «Si pudiera pedir lo que quisiera, cualquier cosa, a un mago capaz de dársela qué le pediría». «Quiero una vaca que me dé mucha leche, entonces si vendo un poco de leche puedo comprar las cosas para hacer buñuelos para venderlos…». «Pero cualquier cosa, lo que le pidas», insiste Caparrós. «¿Dos vacas? … Con dos sí que nunca más voy a tener hambre». Otra mujer responde así a la misma pregunta: «Comida todos los días. Eso le pediría». La siguiente podría estar en una ciudad india o en Argentina: «poner mi propio negocio, en la puerta de mi casa, para vender frutas. Y podría estar en mi casa con las frutas y ahorraría un poco de plata para el futuro, y mis hijos podrían comer fruta algunas veces». Seguir leyendo

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