Tratando de entender: «La cuadra» de Gilmer Mesa

«Llevo dos décadas tratando de entender, no para justificar lo vivido, sino para mirar con caletre qué nos llevó a ser la sociedad que somos». Esta cita viene de las últimas páginas de La cuadra, de Gilmer Mesa, una novela autobiográfica en la que el autor recorre los territorios de su infancia y adolescencia en Aranjuez, su barrio de Medellín. Le tocó vivir los años más duros de la guerra contra el Estado del Cartel de Medellín, muchos de cuyos jóvenes sicarios salieron de este barrio, de la cuadrilla de muchachos entre los que se encontraban los amigos más cercanos y el hermano de Gilmer Mesa. Todos muertos, a manos de la policía o de otros sicarios. Esta novela se escribe desde el recuerdo de esas vidas truncadas y de la muerte, siempre violenta, de todos ellos.

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Con Lola Larra, Gilmer Mesa, Mabel Sandoval  y moderado por Cristina Lleras

Tuve el placer de conocer al autor en la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Los dos participamos, junto con Lola Larra y Mabel Sandoval, en una mesa redonda sobre la representación de la violencia. Era la primera vez que le escuchaba hablar sobre su novela y me impresionó la honestidad y la generosidad con la que compartió con nosotros y el público sus vivencias de violencia en Medellín. Hablaba con naturalidad de las prácticas violentas a las que se acostumbró desde niño, como testigo a veces, otras también él como perpetrador. Digo naturalidad porque hablaba de ello sin aspavientos ni melodramas, con un tono pausado, factual pero sin ser frío. Al mismo tiempo era evidente que hacía un esfuerzo por mostrarse tranquilo, por controlar la emoción que hablar del tema, tantos años después, todavía le causaba.

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La novela tiene este mismo tono: factual, pausado, un tono que sin melodrama muestra todo el dolor . La narración en primera persona es fluida, sin puntos y aparte ni párrafos, sólo interrumpida por la división en capítulos, dedicado a cada uno de sus amigos de la cuadra y a su hermano. Reproduce el ritmo de la oralidad y, en buena parte del texto, la misma oralidad de los personajes, dando la sensación de que estamos escuchando al autor contar sus recuerdos, en voz alta, sin tomar aire no vaya a ser que se le escape un detalle, se olvide parte de la historia. Hay, en este sentido, una sensación de urgencia por contar que recuerda al género testimonial, tan arraigado en la literatura latinoamericana de los últimos cincuenta años. Pero esto no significa que no haya un proceso de elaboración imaginativa y estilística. Lo hay, y muy logrado, porque esa cercanía que crea a través de la voz testimonial hace que sintamos el impacto de lo narrado de forma radical y profunda.

No exagero si digo que en varios momentos de la lectura he tenido que parar, cerrar los ojos y soltar el aire poco a poco. Hay pasajes que se leen aguantando el aliento por la brutalidad de lo que se cuenta. Gilmer Mesa no reproduce, sin embargo, los hechos violentos de forma espectacular, no es esta una de esas narconovelas en la que el narrador se regodea en la violencia para entretener a un lector ávido de truculencias. La violencia en La cuadra se muestra porque es parte de la vida cotidiana de sus personajes, unos muchachos que no son ni buenos ni malos. Simplemente existen en este contexto. Está metabolizada, forma parte consustancial de sus vidas, es más, explica en buena medida su existencia. La violencia está naturalizada y con la misma naturalidad se muestra en la novela.

Durante la mesa redonda en la FILBo, Cristina Lleras preguntó a Gilmer Mesa si no corría el riesgo de reproducir esa misma violencia a través de la palabra, naturalizarla de alguna manera y así hacerla aceptable. Gilmer recurrió a una idea similar a la que aparece en la novela y que cito al principio de esta entrada: que él lo que quiere es entender, no justificar, todo aquello que vivió. Y es que todo aquello que vivió es eso: un adolescente que mata para hacerse un nombre en el grupo de sicarios, otro que se inventa el método más eficaz (el «revolión») para violar en grupo a compañeritas de colegio, otro a quien encargan que asesine a su mejor amigo.  El cadáver del hermano acribillado por las balas. Para contar toda esa muerte escribió la novela. Aun así, creo que la pregunta es lícita. Yo me la hago muchas veces: ¿contribuimos a la normalización de la violencia cuando la escribimos y la reproducimos? Es un riesgo, pero creo que una novela como La cuadra ayuda a marcar la diferencia entre la irresponsabilidad de la  recreación de violencia espectacular, que convierte la brutalidad en producto de consumo, frente al tipo de representación que se propone un trabajo de reflexión y crítica profunda, en el que al mostrar la violencia desvela la profundidad de los daños causados y el deseo de que ese daño no pase desapercibido, no se olvide y que, con él, tampoco se olvide a las víctimas.

Si quieres escucharle hablar del tema, pincha aquí. Es una entrevista muy bonita que le hacen al autor.

4 comentarios en “Tratando de entender: «La cuadra» de Gilmer Mesa

  1. Gracias por darme a conocer una voz nueva. Lo compraré, y sin duda lo leeré.
    No me gusta, en cambio, que se hable de la trama de una obra. Sé que es muy difícil no hacerlo.
    Pero deberíamos lograrlo.

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