¿Cambiar el mundo? ¿Transformar la realidad? ¿Erradicar la pobreza? ¿Revertir el cambio climático? Qué irrisorio, qué fuera de lugar, qué inocente. Cualquier persona con dos dedos de frente dirá que un intento real de transformación acaba siempre por desviarse perversamente (mira Stalin) o que para qué (mira la larga lista de revoluciones fallidas) o que al final todo acaba como el rosario de la aurora (vuelve a mirar a Stalin). Quienes así respondan, ya sea con condescendencia o con agresividad, lo harán esgrimiendo sus dos dedos de frente, su sentido común, su defensa del ‘statu quo’. Serán tan sensatos como reaccionarios.
Uso el término «reaccionario» prestado de Albert. O Hirschman en su obra ‘La retórica reaccionaria’, un lúcido ensayo publicado por la editorial Clave Intelectual. Seguir leyendo