Este artículo ha sido publicado en El Correo el 22 de enero de 2017. No añade nada nuevo a la polémica —de la que ya se ha escrito mucho— sobre #Metoo y las francesas más que una anécdota personal e ilustrativa. Pero esta anécdota muestra —o así lo creo yo— que denunciar el acoso no es sinónimo de victimismo. Y que se puede ser víctima de un acoso y al mismo tiempo enfrentarse a él con todas las armas que una tiene a mano. Incluso los puños. Muestra que defender tu propio cuerpo de lo que consideras una agresión es un derecho fundamental y nada tiene que ver con el puritanismo.
Cuanto tenía 17 años me peleé con un armario de más de dos metros en un bar. En aquella época no había botellón y la marcha consistía en ir de bar en bar, bebiendo y bailando, fumando un poco de todo, observando de lejos a tus fichajes favoritos. Siempre había algún baboso que… seguir leyendo
Sin tu permiso, pero con el respeto que te tengo, este articulo lo he compartido en mi facebuk. Salud y vida. Xabier
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> El 23 ene 2018, a las 8:47, Edurne Portela escribió: > > >
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¡Te lo agradezco!
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Sobresaliente, Edurne. Mil gracias! Un fuerte abrazo.
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Gracias, Ellen. Un abrazo muy grande
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