Trump y el emperador desnudo

Después de vivir casi veinte años en EE.UU., la gente me pregunta qué pienso de las elecciones de EE.UU., del «efecto Trump», si lo entiendo, si me lo esperaba. Y la verdad es que pienso lo que piensa la mayoría de mis colegas en las universidades estadounidenses, los analistas de este y aquél lado del Atlántico, los periodistas: que esto ha sido un auténtico desastre, que Trump es un payaso peligroso, que es inconcebible que exista una sola persona inteligente que le haya votado (por no decir una sola mujer, un solo afroamericano, un solo hispano… etc). Qué voy a decir que no se haya dicho ya en todos los medios progresistas, tanto de EE.UU. y de Europa. Y en los no tan progresistas.

Y, sin embargo… Hace tiempo escribía en este blog que algunas de las actitudes de ciertos estudiantes privilegiados de mi universidad en Pensilvania coincidían exactamente con las actitudes y el discurso de Donal Trump y señalaba que no teníamos que estar tan extrañados ni escandalizados de que tuviera una base de apoyo importante. Y ahora esto se ha hecho más que evidente. Los estudiantes de Lehigh University pertenecen a la clase media/alta del país. La matrícula anual cuesta más de $50,000 dólares, vienen de colegios privados que están entre los mejores del país, nada más graduarse suelen conseguir trabajos en los que cobran el triple de lo que podía cobrar yo como su profesora, con titularidad y más de diez años en el puesto. O sea, que no tienen nada que ver con los «white trash» o los «hillbilly» desdentados, retrógrados, borregos, gordos y lumpen que algunos han afirmado, hasta ahora, que constituía su base electoral. Por supuesto que éstos le han apoyado, pero no son sus más de 50 millones de votantes. Según las encuestas en los colegios electorales, publicadas ya en varios medios, uno de cada tres americanos que ganan menos de $50,000 al año, votó a Clinton. La mayoría de aquellos con ingresos superiores, votó a Trump. Si contemplamos el voto universitario blanco, 45% de los votantes blancos con educación superior votaron a Clinton, de los cuales el 39% eran hombres y el 51% mujeres. Pero el 54% de los hombres blancos con educación universitaria votaron a Trump, así como el 45% de las mujeres blancas con educación universitaria. En cuestión de raza y etnicidad, solo el 8% de los afroamericanos votaron a Trump, aunque sí se llevó un 29% del voto latino. Así que la cosa ha resultado ser mucho más complicada de lo que parecía.

unclesamwantyouHay algo de lo que no he oído hablar mucho en las noticias y que a mí me parece esencial para entender el apoyo de la clase media-alta blanca, cuyos representantes conocí durante mi trabajo en la universidad. Las elecciones en EE.UU. han puesto al descubierto una realidad que estaba ahí mucho antes de Trump, que tiene sus raíces en la fundación misma de esta nación: la supremacía masculina y blanca, que es uno de los pilares en los que se asienta la sociedad estadounidense. La esclavitud y su continuidad en las leyes segregacionistas, la colonización del oeste y el genocidio de los pueblos indígenas, la feroz industrialización del país y la erradicación del movimiento obrero a través de la represión brutal, el expansionismo imperialista hacia el sur, la marginación de las mujeres y las minorías sexuales, todo ello tenía como trasfondo ideológico la supremacía blanca y masculina.

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Todas estas tragedias de la historia de EE.UU. son injusticias que no se han acabado de resolver. Porque el problema de la esclavitud y el segregacionismo resurge intermitentemente a través de la historia (recuerda Ferguson), las poblaciones nativas están devastadas por la pobreza y el alcohol y sus «reservas» convertidas en parque temáticos deprimentes, la clase trabajadora sobre todo en algunas regiones del país (recuerda Detroit) ni siquiera llega a lumpen, la inmigración latinoamericana (sobre todo centroamericana y mexicana) hace presente una deuda histórica que muchos estadounidenses no están dispuestos a pagar, las mujeres siguen luchando contra el sexismo (si no leíste la entrada sobre las violaciones de mujeres en los campus universitarios, por favor hazlo). ¿Y cómo se ha intentado resolver esta historia de violencia? Se ha avanzado mucho en la ley, sobre todo a partir del movimiento de los derechos civiles de los años 60, pero no tanto en la educación. En el ámbito de la educación y sobre todo desde los años 80 se ha potenciado lo «políticamente correcto», que lo único que ha hecho es obligar a esa gran cantidad de blancos supremacistas (educados y no educados) a no expresar lo que realmente piensan. Se ha reprimido el odio de cierta parte de la población hacia el negro, el hispano, la mujer que defiende sus derechos civiles y biológicos, el homosexual. Se ha acentuado su culpa histórica a través de la represión de unos sentimientos que no por no articulados no estaban presentes. Y aquí llega Trump.

Trump ha decido violar el discurso de lo correcto, decir lo que muchos tenían en la cabeza y no expresaban, o lo hacían donde se sentían a salvo: en casa, con los amigotes, en sus fraternidades. ¿Por qué mucha gente votó a Trump? «He tells it like it is», decían algunos de sus votantes. «He speaks the truth», decían otros. Dice «la verdad». Y seguramente muchos de sus votantes no se creerán que realmente va a construir el muro con México y cobrárselo a ellos o que va a prohibir la entrada a todos los musulmanes en el país, posiblemente lo que tienen en mente es el hecho de que, por lo menos Trump dice lo que piensa, no lo que el discurso «políticamente correcto» le exige. Y dice, exactamente, lo que quieren oír: Make America Great Again. Decir lo que se piensa por desgracia se considera un valor irreprochable, incluso cuando lo que dice es no ya una mentira o un insulto, sino una aberración. Bendita libertad de expresión.

Así que lo que yo creo es que Trump ha mostrado desnudo al emperador o, mejor dicho, a ct-donald-trump-white-voters-20160321más de 50 millones de votantes. Entre esos votantes hay mayoritariamente mujeres y hombres  blancos (salvo ese extraño 8% afroamericano que posiblemente lo sea más de censo que de conciencia), algunos de las clases menos privilegiadas, otros de la clase media-alta. Sospecho que del 29% hispano habrá muchos hispanos blancos, entre ellos cubanoamericanos de Florida y votantes de segunda y tercera generación que querrán ser parte de esa nueva América que él promete. El voto femenino a Trump nos aterra, pero no debería. ¿Te acuerdas de Sara Palin? ¿Y cuántas mujeres defienden que su papel está en el hogar y pariendo hijos? Aunque muchos de sus votantes no se consideren xenófobos, racistas, machistas, homófobos, clasistas, islamófobos, etc, posiblemente hayan internalizado que, para cumplir el sueño americano (el sueño que promete Trump con su «Make America Great Again»), hay que aliarse con los ganadores: blancos, ricos, y con los cojones de decir lo que nadie se atreve a decir, aunque eso destruya la raíz misma de esa democracia que tanto defienden y la integridad de millones de habitantes (con o sin papeles) de su mismo país.

trumpdonald.org

Un comentario en “Trump y el emperador desnudo

  1. La intolerancia sale de las casas que huelen a cerrado y se hace carne con gente como Trump. Aquellos q desprecian al vecino o al de la cola de al lado en el supermercado ya no se van a sentir mal por ser racistas, xenófobos o machistas y soltarán lo primero q se les pase por la cabeza con ‘orgullo’. La ignorancia ha encontrado una comunidad real (y virtual) con institución incluida. Esto va a costar pararlo. Ya sabemos que el poder crea monstruos, pues ahora va a haber más monstruitos por ahí sueltos todos los días.

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